Se enredaba en las telas de araña

Se enredaba en las telarañas que llevaban formándose en su pelo, como si fueran ya parte de ella.


Notaba cómo éstas iban recorriendo poco a poco su cuerpo, y acaban enraizándose en sus pies, y agarrándose a ese suelo del que cada vez costaba más separarse para dar un simple paso.


Tan solo un paso.


Llevaba años con el monstruo de la desesperanza danzando a su alrededor, como si ella fuera la hoguera en la que quemar sus deseos.


Y un día, tras otro, le restaba importancia pensando o soñando que al día siguiente al despertar no estaría.


Pero no, no daba tregua. Y con solo abrir los ojos, ahí estaba, de nuevo, susurrándole que no se iría por mucho que luchara para que así fuera.


Le costaba hablar de lo suyo, por eso del juicio social, de parecer una loca o una trastornada a la que señalar por la calle.


Mira esa tipa tan rara, que tiene en los ojos tristeza y las manos le tiemblan de miedo, dicen las malas lenguas que intentó matarse dos veces.

Lo haría por llamar la atención.

Y así, pasaban los meses intentando ser la mujer fuerte que todos esperaran que fuera. Porque a nadie le gusta ver lluvia en miradas ajenas, cuando no sabemos lidiar con nuestras propias tormentas.


Un día conoció a alguien de la manera más tonta, y ese alguien, le dijo que estaba en tratamiento por depresión, con una naturalidad que le asombró.


Le contó que había estado en las tinieblas y le habló de fantasmas parecidos a los suyos, y por primera vez en mucho tiempo escuchó atenta cada palabra que salían de esos labios que habían aprendido a no cerrarse más al contar su historia, por muy dura que fuera.


Y no solo no se sintió incómoda, sino que un alivio extraño de aferró a su pecho mientras se vio diciendo que a ella le pasaba lo mismo.


Y hostia, no fue sentirse viva, pero sí sentirse parte de nuevo de un mundo que hacía tiempo le resultaba totalmente ajeno a su vida.


Y fue soltar un peso que llevaba en sus espaldas desde hacía muchos daños.


Y notó, como una de esas telarañas que había anidado en su garganta, comenzaba a soltarse.


No parecía, un mal principio.

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